La desaceleración de la zona euro es un hecho y Alemania, locomotora del bloque, registró ya un crecimiento negativo en el segundo trimestre de 2019. Nuestro Gabinete de Estudios Económicos considera en el último Boletín Trimestral de Coyuntura Económica FOCUS que, además, todo ello es susceptible de empeorar. Ahí está el brexit – y la posibilidad de que sea abrupto – y el impacto de la guerra comercial que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, libra con China, pero también la batalla arancelaria que ha abierto a propósito del caso Airbus con la propia Unión Europea, a la que se dispone a aplicar el mayor volumen de aranceles nunca antes impuesto a su principal socio comercial. La falta de ambición de la política fiscal alemana y del diseño de la unión monetaria tampoco invitan al optimismo sobre el futuro cercano de los países de la moneda única.
En Europa, ahora mismo, reina el desconcierto ante unos datos de crecimiento de la zona euro mucho más moderados de lo que se esperaba. En el segundo trimestre del año creció un 0,2% respecto al primero, lo que supone una reducción a la mitad. En la comparativa interanual, el crecimiento fue del 1,1%, una décima menos que el primer trimestre.
Estas son las cifras que componen la imagen de la ralentización europea, un término que se repite incesantemente en los titulares de prensa y que seguirá extendiéndose por el Viejo Continente. ¿A qué se debe la desaceleración? Principalmente, a un sector industrial más débil y a un entorno de mayor incertidumbre. Disminuye la confianza y eso afecta directamente a la demanda interna, un factor clave para el crecimiento.
Además, hay que recordar aquí que cuando Alemania estornuda, Europa se resfría. Y el país germano, como decíamos arriba, ya está en ello. Una recesión alemana golpearía la economía europea desde su propio corazón. El temor es grande. El PIB alemán se contrajo en el segundo trimestre un 0,1% respecto al trimestre anterior, en el que había crecido un 0,4%. En la comparativa interanual, el crecimiento fue cero. El principal motivo de esta desaceleración hay que buscarlo al otro lado del Atlántico: Alemania tiene una gran dependencia de sus exportaciones y las tensiones comerciales derivadas de la guerra de Trump las han reducido. No obstante, vemos un pequeño rayo de luz: el reciente impulso fiscal aprobado por el Gobierno de Angela Merkel nos hace pensar que la situación podría corregirse – aunque levemente, eso sí – en un futuro próximo.
La desaceleración también es una realidad en Francia, segunda economía de la zona euro; en Italia, la tercera; y también en España, que es la cuarta y que, desde que salió de su gran crisis, acumula 25 trimestres de crecimiento.
El ritmo de avance español ha sido envidiado por sus socios. Pero, aunque las previsiones de nuestro Gabinete de Estudios Económicos para España se mantienen por encima de la media europea, lo cierto es que ha habido que revisarlas a la baja respecto al FOCUS anterior. Del 2,3% de subida del PIB, nuestros cálculos rebajan ahora el crecimiento de este año a un 2%. Para 2020, la revisión nos lleva del 1,9% al 1,8%. Además de los riesgos exteriores a los que se enfrentan también las economías vecinas, España afronta riesgos internos: no está preparada para un parón intenso de la economía internacional. Es muy vulnerable por su elevado déficit estructural y su endeudamiento público, que dejan poco margen para una política fiscal anticíclica. A todo ello se suma la incertidumbre derivada de un Gobierno que lleva en funciones desde que se convocaron las elecciones generales del 28 de abril. El 10 de noviembre se repetirán esos comicios después de que no haya sido posible la formación de un Ejecutivo. Sin gobierno estable, la capacidad de reacción ante un escenario internacional adverso o una crisis sobrevenida es muy limitada y, a medio plazo, una incertidumbre semejante acaba afectando negativamente al crecimiento potencial.